jueves, 16 de marzo de 2017

ACTITUDES BÁSICAS DEL TERAPEUTA QUE FAVORECEN LA RELACIÓN


 Tres actitudes fundamentales, ya señaladas por Rogers muchos años atrás, son la empatía, la
aceptación incondicional y la autenticidad. A estas tres actitudes puede añadirse la escucha activa, la cual es un elemento fundamental de la empatía. Estudios de diversas orientaciones terapéuticas y con diversos problemas (p.ej., trastornos de ansiedad, afectivos y maritales) han mostrado que existen asociaciones significativas positivas entre estas actitudes y los resultados del tratamiento (Keijsers, Schaap y Hoodguin, 2000). Estas asociaciones han sido más claras cuando se han considerado las actitudes del terapeuta tal como son evaluadas por los pacientes en vez de por los propios terapeutas o jueces independientes. Las calificaciones hechas por los clientes y las realizadas por terapeutas/jueces están sólo moderadamente correlacionadas.


ESCUCHA ACTIVA


 Saber escuchar es fundamental en terapia. Al escuchar, a) se facilita que los clientes hablen sobre sí mismos y sus problemas y comuniquen información relevante; b) aumentan las probabilidades de comprender mejor al cliente; c) se potencia la relación terapéutica; d) se anima a los clientes a ser más responsables de su proceso de cambio y a ver al terapeuta más como un colaborador que como un experto; y e) es más probable que la intervención terapéutica tenga éxito. La escucha activa implica tres actividades:    a) Recibir el mensaje, lo que implica atención e interés por el mismo. Hay que prestar atención a diversos aspectos del cliente:     - Comunicación no verbal y vocal (apariencia, expresiones faciales, mirada, postura, orientación corporal, gestos, entonación, volumen, etc.) y cambios en esta.   - Comunicación verbal: lo que dice y en qué momento, lo que dice implícitamente, las emociones explícitas o implícitas, lo que no dice (temas que evita, personas importantes que no menciona), los temas recurrentes (p.ej., autoexigencia), las contradicciones en que incurre.   - Actitud hacia el terapeuta y la terapia.   b) Procesar los datos atendidos, es decir, saber discriminar las partes importantes y establecer su significado. Aquí, los valores y creencias del terapeuta y las emociones que experimenta pueden conducirle a interpretar sesgadamente el mensaje, de modo que oiga lo que quiere escuchar. De aquí la importancia de que el terapeuta observe sus propios pensamientos y emociones en la sesión y los autorregule en caso necesario.  c) Emitir respuestas de escucha. Entre estas, hay varias que se pueden manifestar mientras se escucha, tales como mirada amigable, asentimientos de cabeza, inclinación y orientación corporal hacia el cliente, expresión facial de interés y comentarios del tipo “ya veo”, “sí”, “entiendo”, “uhm”, “continúe, le escucho”. Además, una vez que el terapeuta interviene, comunica al cliente que le ha escuchado activamente mediante respuestas verbales de distinto tipo congruentes con lo que ha manifestado el cliente. Como se verá más adelante, son importantes aquí las clarificaciones, paráfrasis, reflejos y síntesis.

 Algunos obstáculos para la escucha eficaz son (Cormier y Cormier, 1991/1994; Marinho, Caballo y Silveira, 2003): a) no tener interés por el cliente o sus problemas; b) la tendencia a juzgar los mensajes del cliente; c) experimentar reacciones emocionales ante el comportamiento del paciente (p.ej., ansiedad, frustración, enfado) que resulta difícil controlar; d) distracciones asociadas con las propias preocupaciones;  e) interrumpir al cliente de forma innecesaria; f) no respetarlos temas que son importantes para el cliente; g) la tendencia a formular hipótesis firmes con pocos datos y a atender selectivamente a los datos que las confirman; h) la tentación de responder a la información que el cliente todavía no ha comunicado formulando preguntas antes de tiempo; i) realizar interpretaciones u ofrecer sugerencias de forma prematura; j) la presión que uno se impone para resolver problemas o encontrar respuestas; k) variables situacionales como el exceso de calor o frío, el ruido o la hora del día; y l) no encontrarse bien o sentirse cansado (p.ej., por exceso de trabajo o falta de sueño).



EMPATÍA


 La empatía es la capacidad de: a) comprender a las personas desde su propio marco de referencia en vez del correspondiente al terapeuta, y b) saber comunicar a la persona interesada esta comprensión. La empatía implica en primer lugar entrar en el marco de referencia del cliente y comprender sus sentimientos, percepciones y acciones; es decir, ver las cosas no como son “objetivamente” o como las vería uno mismo de estar en el lugar del cliente, sino tal como el cliente las experimenta. En segundo lugar, es preciso comunicar al paciente la comprensión de los sentimientos y significados que expresa de modo manifiesto o latente. Ahora bien, lo importante es que el paciente llegue a sentirse comprendido.

 La empatía, en su nivel más alto, implica no sólo comprender los pensamientos y sentimientos expresados por el cliente, sino también captar las implicaciones emocionales, cognitivas y conductuales que aquellos tienen en su vida. Es lo que se ha definido como comprender el significado más allá de lo que el paciente expresa (Ruiz y Villalobos, 1994). 

 La comunicación al cliente de la actitud empática se hace a través de diversos medios: 

 a) La escucha activa, la cual incluye las respuestas mencionadas en los siguientes puntos y el empleo de señales de que se está escuchando: mirada amigable, asentimientos de cabeza, inclinación y orientación corporal hacia el cliente, expresión facial de interés, comentarios del tipo “ya veo”, “sí”, “entiendo”, “uhm”.  b) Tratar aquellos aspectos que son importantes para el cliente.  c) La formulación de preguntas tendentes a clarificar lo que el cliente expresa.  d) La utilización de paráfrasis y de síntesis o recapitulaciones.  e) El empleo del reflejo. Este no consiste simplemente en repetir o parafrasear lo que ha dicho el cliente, sino que implica la expresión de los sentimientos del cliente, tanto de los directamente expresados por este como de los que permanecen a nivel preconsciente. 



ACEPTACIÓN INCONDICIONAL

Se han distinguido varios componentes en la aceptación incondicional (Cormier y Cormier, 1991/1994; Goldstein y Myers, 1986):

 - Compromiso hacia el cliente. El terapeuta demuestra su interés y disposición a ayudar al cliente. El terapeuta dedica un tiempo y sus habilidades y esfuerzos para comprender y ayudar al cliente; también se compromete en una relación en la cual dominan las necesidades e intereses del cliente, mientras que las exigencias personales del terapeuta quedan minimizadas. La preocupación por el cliente debe ser genuina (y no simulada; si este fuera el caso, habría que cambiar de terapeuta) y no rutinaria, y el cliente no debe sentirse agobiado ni culpable por la gran dedicación del otro.

 - Esfuerzo por comprender. El terapeuta muestra este esfuerzo de varias maneras: escuchando atentamente, haciendo preguntas para obtener la visión del cliente sobre sí mismo, sus problemas y el mundo, verificando con el cliente las impresiones que ha obtenido de sus puntos de vista e indicando verbal y no verbalmente interés en comprender estos puntos de vista.



 



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