viernes, 17 de marzo de 2017

OTRAS PAUTAS PARA POTENCIAR LA RELACIÓN TERAPÉUTICA

 Wolberg (1967, citado en Goldstein y Myers, 1986) ofrece una serie de guías y aconseja que el terapeuta evite lo siguiente: exclamaciones de sorpresa negativa, expresiones de excesiva preocupación, juicios moralistas, manifestaciones de impaciencia, falsas promesas, discusiones políticas o religiosas, afirmaciones dogmáticas, manifestaciones de intolerancia, tranquilizaciones innecesarias, disputas o polémicas con el cliente, agobiar al cliente con sus propias dificultades, quitar importancia a los aspectos positivos del cliente, culpar al cliente por sus fallos, explorar material traumático cuando existe una gran resistencia, hacer interpretaciones profundas prematuras y criticar, amenazar, ridiculizar o rechazar al cliente. 

 Ackerman y Hilsenroth (2001) revisaron diversos estudios empíricos que pusieron de manifiesto que la relación terapéutica se vio negativamente afectada en aquellos casos en que el terapeuta se mostró rígido, tenso, cansado, aburrido, defensivo, crítico, culpabilizador, distante o distraído. También tuvo un impacto negativo no estructurar las sesiones o estructurarlas en exceso, realizar interpretaciones inflexibles, hacer autorrevelaciones sobre conflictos personales (no resueltos), pasar por alto las manifestaciones de resistencia del cliente (p.ej., comentarios de descontento o desacuerdo), conceder poca importancia a los temas que interesan al cliente y usar inapropiadamente los silencios.

 Asimismo, se aconseja mantener una mentalidad abierta, incluso hacia las actitudes irracionales, respetar el derecho del cliente a expresar valores y preferencias diferentes de los del terapeuta y hacer comentarios amables o comprensivos cuando esté indicado. Ejemplos de respuestas del terapeuta cumpliendo e incumpliendo estas guías pueden verse en Goldstein (1980/1987, págs. 68-74; véase también Goldstein y Myers, 1986, págs. 54-60).

 El humor es también una habilidad importante. Las personas con sentido del humor reaccionan mejor ante situaciones estresantes y manejan más eficazmente sentimientos negativos como la tristeza, malestar e ira. La idea es que el terapeuta sea capaz de no tomarse demasiado en serio, ni a sí mismo ni a las cosas. El humor puede conseguirse mediante ironía, bromas suaves, anécdotas, juegos de palabras, etc. Lo mejor es el humor espontáneo, aquel que se deriva de algo que se ha dicho o de algo que ha ocurrido en la situación. 

 En referencia al sexo, edad y etnia del terapeuta, casi no se han llevado a cabo estudios controlados. El sexo del terapeuta no parece ser una variable relevante en general en cuanto a los resultados del tratamiento. De todos modos, hay datos de que pueden obtenerse mejores resultados cuando terapeuta y cliente son del mismo sexo; quizá esta similitud sea más importante en determinados problemas (ansiedad heterosocial, baja asertividad, disfunciones y desviaciones sexuales, violación, violencia doméstica). Finalmente, hay algunos estudios en que los terapeutas femeninos han sido más eficaces que los masculinos. Para una revisión, véase Bowman (1993).

 La edad del terapeuta no parece estar relacionada con los resultados de la terapia. La similitud de edad entre terapeuta y cliente ha correlacionado débilmente con los resultados del tratamiento en algunos estudios, pero, en general, la diferencia de edad entre terapeuta y cliente no es una variable importante. De todos modos, los terapeutas muy jóvenes pueden ser percibidos como más inexpertos, lo que puede afectar negativamente a la credibilidad que inspiran; en este caso, deben procurar aumentar su credibilidad basándose en aquellos aspectos que pueden controlar (p.ej., competencia, sinceridad, cordialidad, dinamismo). 

 Finalmente, en estudios norteamericanos no parece que los resultados de la terapia dependan de la etnia del terapeuta o de la similitud étnica entre terapeuta y cliente. Sin embargo, el porcentaje de abandonos del tratamiento es mayor cuando terapeuta y paciente pertenecen a etnias diferentes.

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